De acuerdo con el Dr. José Antonio Pérez Venzor, profesor investigador de la Universidad Autónoma de Baja California Sur (UABCS), la Tierra, durante su evolución, ha adquirido, generado y acumulado energía en su interior, que la manifiesta mediante volcanes, terremotos, sismos o fallas.
Su estructura interna, sustentada en evidencias directas e indirectas, permite tener dos aproximaciones acerca de su interior. La primera de ellas es una química o estática, que hace referencia exclusivamente a la composición, es decir, en este contexto la Tierra está formada por capas, que corresponden a la corteza (continental y oceánica), el manto y la parte más interna que es el núcleo.
La otra aproximación es la mecánica o dinámica, que considera al planeta formado por una capa rígida y externa que se conoce como litosfera e incluye a la corteza y parte superior del manto; seguida de la astenosfera, que incluye el resto del manto; y finalmente la endosfera que corresponde al núcleo.
En el contexto anterior, la litosfera “flota” sobre un manto parcialmente fundido. Es en la astenosfera y endosfera en donde se generan movimientos convectivos encargados de transportar materia caliente a la superficie y frío al interior del planeta que ocasionan que la litosfera rígida sea fragmentada en placas tectónicas grandes y pequeñas, que están en movimiento unas respecto a otras, ya sea separándose, subduciendo o desplazándose lateralmente, lo cual provoca esfuerzos con acumulación de energía que es liberada repentinamente por factores como descompresión en algunas partes de la corteza y en el manto.
Esta liberación puede manifestarse como volcanes, temblores y sismos. En el caso de estos últimos, se presentan mediante vibraciones ocasionadas por la propagación en el interior o en la superficie de ésta, siendo importante su ubicación y profundidad de generación (foco), su propagación (frente de ondas) y su manifestación en superficie (epicentro).
Según refiere el catedrático universitario, la ciencia que estudia la relación entre la liberación de energía y las causas que las generan los sismos es la sismología; y un sismógrafo o sismómetro es un instrumento inventado en 1842 y refinado a lo largo del tiempo, cuyo propósito es medir las propiedades de las ondas sísmicas originadas en el subsuelo terrestre, ya sean intensas y notorias, o livianas e imperceptibles.
Con este tipo de aparatos se registra la actividad de las regiones y se miden los temblores. Dependiendo de la magnitud e intensidad de la energía liberada será su poder destructivo y clasificación en referencia a la escala Richter, que mide el tamaño tomando en cuenta la energía liberadora; y la de Mercalli, que interpreta la intensidad del sismo y dañó a las instalaciones humanas, señala el Dr. Pérez Venzor.
Y aunque la mayoría de los sismos son consecuencia de procesos geológicos naturales, el investigador de la UABCS manifiesta que la acción humana puede ocasionar sismos inducidos mediante distintas técnicas de explotación, como el fracking catalítico del petróleo o como el enfriamiento de la corteza al verter agua fría en los yacimientos geotérmicos. Otra posible fuente es la detonación subterránea de bombas atómicas, por lo tanto, dependiendo de su origen, pueden ser tectónicos, volcánicos o de colapso.
En el caso de México, explica que por su posición y evolución geológica es tectónica y sísmicamente activa, con sismos generados principalmente en el margen suroccidental debido a la subducción de placas tectónicas de Cocos y Rivera por debajo de la norteamericana. También es un país de volcanes activos que liberan energía y producen sismos locales y poco profundos a diferencia de los sismos tectónicos que son profundos y de magnitud e intensidad mayor
En el contexto geológico, BCS refleja una tectónica y sísmica activa, aunque la mayoría de veces sea imperceptible. Revela que al oriente está el Golfo de California, laboratorio geológico y tectónico para entender la formación de los océanos; mientras que al occidente, la dinámica de subducción desarrollada anterior al inicio del Golfo y el sistema de falla regional conocido como “Tosco Abreojos”.
Señaló que este tipo de fenómenos ocurren en el planeta desde épocas tempranas y evidencian los distintos procesos geológicos que dieron origen al relieve de montañas, valles, etcétera. Por ello, más allá de temerles, uno debe estar preparado y mentalizado con un conocimiento de qué hacer en caso de que uno significativo ocurra.
De acuerdo con el investigador, entre las recomendaciones generales siempre estarán las de no correr, empujar ni entrar en pánico; apagar productos inflamables; alejarse de ventanas, balcones, lámparas, cable de electricidad y de objetos que puedan caer; abandonar con calma la edificación y buscar los puntos preestablecidos de refugio, teniendo en cuenta que puede haber réplicas inmediatas; en caso de no poder salir, resguardarse bajo un marco, un mueble resistente o junto a una columna.
El catedrático de la UABCS José Antonio Pérez Venzor se dedica al estudio de la geología, entre otros temas, los sismos.
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